La inseguridad alimentaria no sólo se relaciona con la falta de comida, sino también con la malnutrición o la incapacidad de asegurar que los alimentos de un hogar sean saludables, adecuados y culturalmente aptos. El sistema alimentario actual profundiza la inseguridad alimentaria ya que se caracteriza por producir alimentos de baja calidad nutricional, como consecuencia de la desertificación provocada por el monocultivo. Además, la producción de gases invernadero, la deforestación e incendios intencionales para aumentar la frontera agrícola se relacionan directamente con sequías e inundaciones, entre otros fenómenos climáticos, que año a año son cada vez más frecuentes y con consecuencias devastadoras. Esto afecta la producción de alimentos debido a que cuando hay una menor producción de alimentos, el costo de los mismos se incrementa, dificultando no sólo su acceso sino que también reduce el trabajo y los ingresos de las familias agricultoras. De esta forma, se ven afectadas las poblaciones rurales y pueblos indígenas, quienes son los principales productores de alimentos de buena calidad y buen precio.
Por lo tanto, la alimentación es más que absorber nutrientes y cubrir requerimientos nutricionales, es un acto político en el que intervienen factores sociales, económicos, sanitarios, ambientales y de género, y se puede tomar en valor el dónde y a quién le compramos nuestros alimentos, ya que desencadena una serie de acciones con impactos en nuestra salud, los demás seres vivos y la del planeta.
Por ésto, se propone generar espacios de encuentros entre productores agroecológicos, consumidores y otros actores para crear y fortalecer vínculos, fomentar el consumo de alimentos saludables y de una manera más responsable y reflexionar sobre el impacto de estas prácticas y hábitos en el sistema alimentario, el ambiente y la salud humana, para que el derecho a la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria pase a ser una realidad de todos.
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